3ª parte. Manuel El Curruca: Uno de los últimos de la memoria viva de La Luisiana.

Autor: Julio Jiménez

Tercera parte: EL CORTIJO MINGANDRÉ (MINGOANDRÉS)

 Cuando vienes de Sevilla por la A4, dirección hacia Córdoba, pasamos por Carmona; ante nosotros se nos presenta majestuosa la campiña sevillana, al fondo, varias poblaciones son testigos de la riqueza de estas tierras. El río Corbones nos da la bienvenida, nos acercamos al cruce hacia las villas de Fuentes de Andalucía y La Campana. Muy cerca de La Luisiana nos encontramos el monumental Castillo de la Monclova. Una bajada hacia el arroyo La Madre nos indica la proximidad de nuestro destino; pasando este pequeño afluente del Guadalquivir, linde entre las tierras del Castillo y la dehesa Mingandré1, iniciamos una leve subida que nos lleva al final de nuestro trayecto.

¡La Luisiana! un lugar mágico donde los días son hermosos, los atardeceres seductores y las noches estrelladas te invitan a soñar mirando al firmamento mientras el alba asoma sutilmente por la campiña. Un municipio feliz donde las prisas se detienen incitándote a admirar sus casas encaladas, sus patios, naranjos, limoneros, geranios, gitanillas. ¡Mi pueblo!

Mi vida transcurría con más pena que gloria porque trabajando desde el amanecer hasta la caída de la noche, el sueldo aportado a casa era insuficiente para atender las necesidades básicas familiares. Mejoraba, ¡Sí! ¡Pero muy lentamente! Avanzando en edad progresaba en fuerza e inteligencia, mis conocimientos agrarios mejoraron.

Surgió una oportunidad para aumentar mi salario acompañada de una mejor calidad de vida que no desaproveché; acepté la oferta del encargado del cortijo el “Mingandré”. Esta alquería2 estaba muy próxima a mi casa, tras un corto paseo llegaba a mi puesto de trabajo.

Desde la carretera nacional IV, muy cerca del pueblo, un camino flanqueado por grandes eucaliptos nos daba la bienvenida a la hacienda. Paseo muy frecuentado por los vecinos del pueblo. Esos grandes árboles fueron testigos de  grandes historias de amor; un lugar con intimidad donde “pelar la pava”3.

Sus edificaciones situadas en el noreste de la finca son ejemplo de esas construcciones tradicionales edificadas teniendo en cuenta el clima, el tipo de cultivo, en este caso el cereal y las influencias de nuestros antepasados Andaluces. Su diseño es un ejemplo de las alquerías, pequeñas comunidades rurales de la época de al-Ándalus situadas en la periferia de los núcleos urbanos.

Las labores vinculadas al cultivo del cereal marcan el diseño de este cortijo andaluz. No puede faltar, la era, el espacio abierto empedrado destinado a las labores de trilla; el granero; el tinao4 o establo de gran amplitud junto al que se ubicaba el almiar y el patio. Más allá de los espacios de labor propiamente dichos, esta hacienda, contaba con viviendas para el dueño y sus trabajadores.  

Patios, bancos azulejados, fuentes, pozos, abrevaderos, cubiertas de madera, teja andalusí, vigas de madera, suelos de terracota, muros de piedras etc. son los elementos más característicos de este inmueble.

 

Plano Dehesa/Cortijo Mingandré. Autor: Julio Jiménez

Justo al lado de la vivienda principal y de la antigua Carretera nacional IV, hoy A-4, autovía de Andalucía, en su límite norte, fuera de la linde, se situaban el pozo Fuente de la Negra y la casilla del peón caminero. El pozo no pertenecía al cortijo, sus aguas no se agotaban, eran utilizadas para dar de beber a todo el pueblo. Juanillo el aguaó fue el encargado de transportarla con una pipa5 tirada por mulos. Nosotros también la utilizábamos para regar el huerto, dar de beber a nuestras bestias y como consumo interno de la casa del señorito.

Más adelante, la casilla del peón caminero, donde residía el caminero o capataz de la carretera, persona encargada de facilitar ayuda a los viajeros. Fueron construidas a finales del siglo XIX con el objetivo de que estuviesen aisladas, afuera de los núcleos urbanos, de esta forma se limitaban las relaciones con personas a las que probablemente tuvieran que denunciar en alguna ocasión. A pesar de ello, algunos camineros como el de La Luisiana fueron afortunados por disponer de una casa en las inmediaciones del pueblo. En la actualidad está desaparecida, en su lugar se encuentra el centro de conservación de la autovía de Andalucía A-4.

El cortijo Mingandré fue hacienda de dehesas, en sus orígenes encinas, alcornoques, acebuches, quejigos, lentiscos, algarrobos, esparragueras, jaras, hinojos, romero, palmitos, junto a una zona de cultivos daban cobijo a lagartos, culebras, abubillas, cigüeña negra, milano real, águila culebrera, erizos, liebres, conejos, perdices, zorros, ginetas; floreciendo un ecosistema sostenible del que vivíamos en La Luisiana. En mi época le llamábamos el Palmarillo por la gran cantidad de palmas que existían; se extendía desde las vías del tren El Marchenilla5 en la zona sur hasta la carretera en la zona norte. El señorito en esta zona levantó una torre de observación para poder ver con unos prismáticos las carreras de galgos7 celebradas en sus tierras. Lo Recuerdo subido a un precioso caballo desde donde seguía el acontecimiento.

Con el tiempo, al monte le íbamos quitando protagonismo desbrozando su espacio.

Es lo que ocurrió con las viñas cerca de la carretera y del pozo. Comencé a limpiar con una yunta de mulos un área que se expandía hasta la casilla del peón caminero; se rayaron grandes surcos donde dispusimos las cepas de viñas; al lado de estas, junto a la alambrada pegada a la carretera cavamos a pico y pala grandes “gavias8”, sembramos Chumberas para proteger las uvas de los amigos de lo ajeno. Se construyó una casa para su cuidador, “el viñero y su familia”

Con el tiempo la viña empezó a dar sus frutos. El dueño de la propiedad D. Luis Ostos compró un molino de aceite situado en la plaza de la Inmaculada del pueblo, lo convirtió en bodega, centro de procesamiento del mosto. En época de vendimia cortábamos con navajas los racimos de uvas, con sumo cuidado los depositábamos en unas canastas de mimbre. Utilizando un carro, las transportábamos a la bodega donde distintas personas se dedicaban a pisarlas para obtener el mosto; éste se almacenaba en grandes cubas con la finalidad de proceder a su venta por Andalucía, especialmente a Torremolinos, donde se encontraba uno de nuestros principales compradores. Una pequeña cantidad de racimos de uvas se ponían a la venta en el antiguo mercado de abastos.

¡Qué bueno estaba ese mosto! Nos llevábamos garrafas de una arroba de vino (16 litros), lo bebíamos mientras trabajábamos, me ayudaba a soportar las largas horas de sudor con la yunta y el arado.

Después de los viñedos, vuelve la dehesa del Palmarillo hasta llegar al arroyo La Madre en su límite oeste. Allí estaban situadas las cabrerizas9; el cabrero junto a su familia vivía en una casilla, se encargaban de cuidarlas, alimentarlas y obtener la leche con la que realizaban quesos. Un rebaño de más de cien cabras era suficiente para obtener una buena producción.

El cabrero cebaba unos cochinos con el suero de la leche, cuando crecían les daba, maíz, restos de comida etc. cuando se iba a proceder a su venta las personas del pueblo no los querían porque decían que la carne sabía a queso.

En el sector sur/suroeste, teniendo como frontera la vía férrea del tren y el arroyo La Madre se encontraban los cultivos de trigo, girasol, el área de barbecho. Me encargaba de voltearlos con mi yunta de toros, prepararlos, sembrarlos, recoger la cosecha. ¡No tenía tregua!, hacía de todo, yuntas, viñas, cuidado del ganado, ¡Lo que me decía el encargado!

Cercano a las viviendas de los señores, se encontraban las vaquerizas o establos de vacas, bueyes etc. Se pasaban el día pastando por el monte de palmas. Un poco más alejado un pantano recoge agua de lluvia y del arroyo La Luisiana (el Chirrión). En tiempos de sequía nos permitía regar los cultivos de secano.

Durante unos años, todos los días me desplazaba con una enorme carreta tirada por cuatro toros de tiro a los olivares próximos al cortijo de los Marroquíes, el Molino Vaca, la finca el Arrecife; ¡cargar ramón10 para las cabras! Cayendo la tarde pasaba por el centro del pueblo, por la puerta de la casa de mis abuelos.

¡Qué orgulloso me sentía con mi yunta de toros al ver a mi madre y mis hermanas saludarme!

Cuando llegaba a las cabrerizas, descargaba las gavillas11 de varetas12. Las cabras se comían las hojas, con el resto hacía picón.

Antiguamente se utilizaban los braseros de picón con el fin de calentar las casas. Es carbón vegetal que se obtiene de la quema de leña de olivo. Amontonaba las ramas, les prendía fuego, las movía continuamente para que ardan uniformemente. Es un proceso de gran pericia y mucha paciencia. La madera debe estar bien cocida. Había que irlo apagando poco a poco con agua, removiendo las ascuas con palas evitando así su combustión total. Posteriormente, se dejaba enfriar recogiéndose en sacos.

Con tiempo lluvioso no se trabajaba, pero tampoco se cobraba. Había que buscar opciones para traer el jornal13 a casa. Uno de esos días, junto con mi amigo Leonardo fuimos en bicicleta a la finca La Bardía próxima a La Campana para coger espárragos, cada vez llovía con más fuerza, nos pudimos refugiar en unos chozos de pastores. Cuando escampó decidimos volver al pueblo, en el camino de vuelta había un arroyo que estaba fuera de caja, desbordado. Seguía lloviendo cada vez más. Nos despojamos de la ropa, la echamos al hombro junto con la bicicleta y los espárragos cruzando como pudimos. No sé cómo llegamos al pueblo. ¡Eso era llover!

Otro de esos días de lluvia me fui a rebuscar aceitunas a unos olivos situados entre el cruce de Fuentes de Andalucía y La Campana. Recogía las aceitunas del suelo al saco, íbamos tres amigos ya fallecidos; ¡Los pobres!

A la vuelta nos da el alto la Guardia Civil de La Campana, uno de ellos me dice:

Guardia: – ¿De dónde vienen?

 – ¡Sr. Guardia hemos estado rebuscando aceitunas!

Guardia: – ¿Usted me conoce a mí? Por qué yo sí le reconozco de La Luisiana.  ¿Recuerda usted la faena que se tiró conmigo?

Pensé: ¡Verás la que se va a liá! ¡Ahora sí recordé!

El servicio militar lo inicié en el cuartel Extremadura 15 de Sevilla, no llegué a terminar el periodo de instrucción inicial porque al morir mi padre me licenciaron.

De forma periódica debía presentarme en el cuartel de la Benemérita del pueblo para pasar revisión de estado. En una de estas visitas el Guardia Civil de puerta era este señor que nos paró por los campos de La Campana; ¡El guardia Reina! Me recomendó marcharme a mi casa porque no tenía que pasar revista; unas semanas más tarde me vino una multa por no justificar presencia de revista.

Fui a pagar la sanción al estanco, una de las tres hermanas Ganancia, Prudencia, me dijo: ¡No pagues! mi hermano Manuel, teniente de la Guardia Civil llega a casa el viernes, le comentaré el problema. Cuando el teniente Manuel llegó al pueblo me visitó diciéndome:

– ¿Sobrino?, ¡Vente conmigo!

Llegamos al cuartel donde preguntó al cabo Sequera por el guardia Reina, haciéndolo venir a su presencia. El guardia se volvió a reafirmar en su posición de no pasar revisión. Al ver la multa reconoció su culpa. El teniente Manuel Conde le comentó que tendría que pagar por el error cometido, le llegó a decir que si yo quisiera perdería el tricornio siendo expulsado del cuerpo de la benemérita.  No sé si esto pudiera ser verdad o fue una reprimenda muy dura; ante la situación me encontraba asustado, avergonzado, así que tomé la palabra:

– ¡Mire usted teniente Manuel, un error lo tiene todo el mundo, ese hombre no tiene por qué pagar ese precio, no deseo mal a nadie, no quiero causar ningún mal a una familia, le ruego olvide el tema!  Al guardia Reina se le caían las lágrimas al escuchar mis palabras.

Al final todo se arregló; con la ayuda del sargento y el cabo del puesto me solucionaron el problema de la multa, marchándome muy feliz porque pensé que había actuado como un hombre bueno; ¡Un buen hombre! ¡Mi padre estaría orgulloso de mi reacción!

El guardia Reina fue trasladado a La Campana, el destino hizo posible nuestro encuentro en medio de un olivar. Me reconoció, comentando:

Guardia Reina: – Le estoy agradecido por su actitud conmigo, le agradezco como respondió ese día, lo que usted hizo por mí no lo hace nadie.

Me dio la mano diciéndome: – ¡Pa lante!, ¡qué siempre le vea así!

Continuamos nuestra marcha hacia el pueblo con nuestro cargamento de aceitunas, al llegar a la fábrica nos la pesaron pagándonos el jornal de trabajo.

Estuve trabajando en el cortijo Mingandré durante nueve largos años.

 

VOCABULARIO.

 1.- Mingandré: Mingoandrés, de Domingo y Andrés

2.- Alquería: del Andalusí: القرية al-qarīa, «pueblo, caserío», designa a una casa de labor, finca agrícola típica de Andalucía.

3.- “Pelar la pava” Expresión coloquial: Acto en el que un enamorado corteja a su pretendida.

4.- Tinao: Cobertizo, establo para el ganado.

5.- Pipa: (Pipa de agua) Tanque, Cuba para transportar agua, antiguamente eran transportado por un carro con tiro de mulos, hoy en día camiones pipa de agua.

6.- El Marchenilla: Tren. Desde 1885 hasta 1970 existió una línea ferroviaria que en sus 92 km, unía Marchena con Fuentes Andalucía, La Luisiana, Ecija, Fuente Palmera,La Carlota, Guadalcazar, Valchillón, Córdoba. Al tren le llamaban El Marchenilla.

7.- Carreras de Galgos: La caza de liebres con galgos es una modalidad de caza menor. Se produce ampliamente en los paisajes de la campiña andaluza, siendo esta un medio óptimo tanto para la reproducción de la liebre como para el desarrollo de la persecución y captura de las mismas por parte de los galgos. La actividad en sí misma supone la concurrencia de una o varias personas en el territorio acotado para tal fin, que acompañadas de sus perros se disponen a pie en búsqueda activa de alguna liebre. Una vez que se identifica esta, los galgueros sueltan a sus canes –solo dos por liebre- para que intenten capturarla y darle muerte antes de que se escape burlando a los perros.

8.-Gavias: Zanja que se abre en la tierra para desagüe o linde de propiedades.

9.- Cabrerizas: Choza donde se guarda el rebaño de cabras y dónde duerme el cabrero.

10.- Ramón: Ramaje que resulta de la poda de los olivos, que cortan los pastores para apacentar al ganado. 

11.- Gavillas: Conjunto de ramas o tallos unidos o atados por su centro, más grande que un manojo y más pequeño que un haz.

12.- Varetas: Las varetas son pequeñas ramas que suelen brotar en los troncones del olivo. Generalmente, suelen salir más, cuando se realiza al olivo una poda fuerte.

13.- Jornal: Salario que gana un trabajador por cada día de trabajo.

Autor: Julio Jiménez Cordobés